Este buitre voraz de ceño torvo
que me devora las entrañas fiero
y es mi único constante compañero
labra mis penas con su pico corvo.
D. Miguel de Unamuno y Jugo,
en A mi buitre
que me devora las entrañas fiero
y es mi único constante compañero
labra mis penas con su pico corvo.
D. Miguel de Unamuno y Jugo,
en A mi buitre
.-Reunidos un domingo más en torno a la Pista Polideportiva del Barrio de Vistahermosa, a las 9:30h partió el grupo de senderistas hacia Sequeros, punto de partida de la ruta de hoy. Aparcados los coches y pertrechados para disfrutar de una nueva jornada paseando por los parajes salmantinos nos pusimos en marcha. El recorrido se inicia al final del pueblo de Sequeros, donde casi enfrente de la plaza de toros sale el antiguo sendero que lleva a Villanueva del Conde. El camino, de tierra, amplio y bien señalizado, transcurre por un bosque de castaños, y por los claros que se van abriendo podemos contemplar el paisaje de la Sierra de Francia que encierra un otoño contenido, a punto de derramarse de las hojas de los árboles, aún verdes pero donde ya se aprecian los ocres, rojos, naranjas, marrones y amarillos con los que se teñirá este paraje en las próximas semanas.
El otoño empieza a respirar en la Sierra de Francia.
.-Después de un breve paseo el camino se une a la carretera, con Villanueva del Conde delante de nosotros, justo en el cruce donde sale el desvío hacia esta localidad. En este punto debemos extremar las precauciones, ya que tenemos que recorrer por la carretera unos 100m para alcanzar el pueblo, por lo que se hace necesario caminar en fila de uno y colocarnos los correspondientes chalecos reflectantes. Sin salirnos de la carretera que nos ha llevado al pueblo, pasamos de refilón junto a su Plaza Mayor, y sus bellas casas típicas de la zona, en las que las vigas de madera se alinean y cruzan en la fachada, la mayoría recientemente restauradas conservándo su arquitectura original.
Al fondo, la localidad de Villanueva del Conde.
.-Cuando estamos a punto de abandonar Villanueva del Conde , se inicia, a la izquierda de la carretera el camino que ha de llevarnos a Garcibuey. Comienza con un brusco descenso para posteriormente ir alternando suaves bajadas y subidas. Durante su recorrido la impresionante riqueza de estas tierras se nos manifiesta a cada paso: madroños cargados de frutos, membrillos, castañas a punto de caer de los erizos suspendidos en las ramas, eucaliptos, parras aún con algún racimo de uvas sin recoger y zarzas que aún ofrecían al senderista moras de un calibre considerable, ¡hasta un caqui repleto de su anaranjado fruto! Una muestra del envidiable microclima del que disfrutan los pueblos de esta comarca.
Los madroños empiezan a vestir sus mejores galas.
.-Según nos acercamos a Garcibuey, podemos contemplar a la derecha del camino la formación montañosa donde se encuentran las buitreras a las que nos dirigimos, y la caprichosa silueta que un desprendimiento de rocas ha dibujado en su falda y que recibe el nombre de El Abanico, aunque alguno de los senderistas más jóvenes prefería ver la huella de un gigantesco dinosaurio. El camino se va estrechando, el bosque se hace más tupido, los matorrales a derecha e izquierda nos obligan a ir en fila de uno y el descenso se hace más pronunciado, hasta llegar al puente que cruza sobre el Arroyo de la Umbría de San Benito y que descansa junto a las ruinas de lo que suponemos en su momento debió ser un molino. En este punto el camino vuelve a ensancharse y bordeando El Cerro en una continua subida nos lleva a la entrada Garcibuey.
Senderistas en la localidad de Garcibuey.
.-Llevamos una cuarta parte del camino recorrido y el amplio parque ubicado en su plaza central nos da la excusa perfecta para detenernos a descansar y tomar un pequeño refrigerio. Al reanudar la marcha pasamos junto a una prensa de uvas situada junto a la ermita del pueblo, como recuerdo y homenaje a las artes tradicionales que, lamentablemente, poco a poco se van perdiendo. A la salida de Garcibuey volvemos a encontrarnos con la carretera, que tenemos que volver a pisar extremando las precauciones, pues a unos 30m a la derecha sale la pista de cemento con la que se inicia la ascensión. Una rampa de cemento de unos 300m, empinadísima, que nos enlaza con la pista de tierra. Según ascendemos los pueblos cercanos se van abriendo a nuestros ojos: Garcibuey, Villanueva del Conde, Miranda del Castañar, Santibañez de la Sierra, y más alejados, velados por la calina que envuelve el horizonte: Béjar y La Alberca. El camino también nos ofrece gratas sorpresas como la posibilidad de contemplar el fósil de un trilobites grabado en una piedra que se encontraba en medio del sendero, y que la buena vista de nuestra compañera Mercedes rescató de pasar desapercibido entre tanto canto.
Los trilobites de la sierra....y de Mercedes.
.-Continuamos prácticamente en línea recta, faldeando por la parte alta del valle por el que discurre el Arroyo de la Umbría de San Benito, recorriéndolo desde su extremo final en un leve pero continuado ascenso durante aproximadamente 3 km, hasta llegar a la bifurcación que sale a la derecha del camino para, siempre ascendiendo, llevarnos al mirador desde el que podremos contemplar el espectacular valle por el que discurre el Arroyo de la Palla, dominado por la cumbre de El Castillo Viejo (1378 m) justo en frente de nosotros. El contraste entre un valle y el otro es notable, mientras que la vertiente por la que hemos ascendido está llena de vegetación exuberante: castaños, robles, madroños, membrilleros, etc. la Sierra del Castillo Viejo aparece cubierta de matorral bajo y algún que otro pino desperdigado aquí y allá, consecuencia del devastador incendio que sufrió este valle años atrás. Aunque por la distancia a la que nos encontramos no se puede divisar a simple vista, el monte del Castillo Viejo alberga en su cima las ruinas de un castro fechado por algunos arqueólogos en la Edad de Bronce, aunque otros historiadores lo fechan entre los siglos VIII y XII. Sea como fuere, representa una buena excusa para plantear una nueva ruta y acercarnos a él… en otra jornada.
Las panorámicas de esta ruta son impresionantes.
.-Avanzamos por el camino cresteando por la cima y por fin llegamos a las buitreras. Sobrecoge la contemplación de los cadáveres descompuestos de las reses de ganado ofrecidas a los buitres, los costillares desnudos, con los huesos pelados por los picos de los buitres, los vientres abiertos completamente vacíos, un auténtico osario vacuno. La buitrera es un espacio cerrado, vallado, en el que se depositan restos animales para alimentar a los buitres que anidan en la zona, ayudando así a su preservación y evitando ataques fortuitos que por culpa de la escasez de alimento estas aves puedan ocasionar al ganado enfermo. Avanzamos un poco más, alejándonos de la buitrera, buscando un lugar un poco más “agradable” para comer. De momento no hemos visto ningún buitre (sí otras rapaces, alimoches tal vez), pero la vista que se nos ofrece desde este enclave es espectacular. Una impresionante atalaya en la que convergen a nuestra vista la Sierra de Francia a la derecha, con la Peña de Francia y la Peña del Huevo como puntos destacados en el horizonte; la Sierra de Béjar, en frente, en la que se pueden apreciar nítidamente las pistas de esquí de La Covatilla; y la Sierra de las Quilamas a nuestra espalda, origen de tantas leyendas.
El sustento de los buitres.
.-Con el cuerpo descansado después de la comida, deshacemos el camino andado hasta llegar de nuevo a la bifurcación para continuar en dirección a San Miguel de Robledo. El camino es largo, pero la pista sigue siendo ancha, con suaves bajadas y subidas que nos adentran en el valle y nos permiten contemplar a nuestra espalda la sierra de Béjar y a la izquierda, al otro lado del valle, la pista que nos llevará de vuelta a Sequeros.En San Miguel de Robledo hacemos una corta parada en un parque que los senderistas más pequeños aprovechan para jugar, mientras los mayores comentamos la ruta y reponemos fuerzas. La ruta es larga y el tiempo apremia. Desde allí nuevamente tenemos que coger con precaución la carretera en dirección a Sequeros, apenas 600 m hasta llegar a la pista de reciente construcción que nace a los pies del Pico de la Mina. Bordeando la falda de la montaña, esta vez desde el lado opuesto y en dirección contraria, con la Sierra de Béjar delante de nosotros. A los 4 km, rodeados por robles y castaños durante todo el camino, la pista se bifurca y cogemos el sendero de la derecha que nos llevará directamente a Sequeros, punto final de la ruta que alcanzamos a las seis de la tarde después de más de 7 de horas de jornada.
En el camino de vuelta .
.-Al finalizar la ruta tiempo para descansar, comentar y para celebrar 2 aniversarios. El primero el aniversario de boda de nuestros compañeros Pilar y Fernando, y el segundo el cumpleaños (10 añitos) de Milena, ¡enhorabuena a los tres! Y gracias por compartirlo con nosotros.
¡¡Que sean muchos más!!.
.-Un buen reportaje en:
.-Para más información sobre la ruta (distancias, perfiles,.....) aquí te puedes descargar el track:
.-Una fotografía aérea de la ruta:
Ruta Sequeros-Garcibuey-Sequeros.
.-Este mapa topográfico te será muy útil:
Mapa topográfico Sequeros-Garcibuey-Sequeros.
.-Fuente y fotografías: Grupo Senderismo Vistahermosa.
3 comentarios:
Un relato novelado y unas fotografías impresionantes. Enhorabuena y felicidades, tanto a Milena como a Pili y Fer.Nos vemos
¡Qué bonita fue!.
Gracias Marcos, Yo quiero más de esas y me apunto a organizar una por la Paya y Castillo Viejo de Valero y tenerla para el próximo curso.
¿Encargaste el día? ¡Qué buenísimo hizo!
Para no perder la costumbre, con la ruta fresca en la memoria, el camino bien marcado, GPS.... ¡Y nos desviamos 700m del camino subiendo a las buitreras!
Si es que las costumbres son las costumbres y no hay que perderlas :-)
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